Este año se van a cumplir diez años de tu muerte. Una década y no dejas de estar vigente. Justo por eso te quiero hacer un breve resumen de lo que ha pasado y el porqué de esta entrada que no nació en conmemoración de tu aniversario luctuoso (sorry, not sorry, pero se debe seguir adelante).
No sé muy bien por dónde empezar, así que iré botando las cosas como ellas mismas elijan.
Uno de mis mejores amigos falleció. Sí, se me fue otro. Por propia mano; bueno, eso más bien lo intuyo. No quise preguntarle a su mamá y para qué lo haría, es decir, no cambiaría las cosas. En realidad se ha ido mucha gente por mano propia y me da miedo porque los entiendo y entonces llegan momentos donde los comprendo de más y yo también me desanimo de esta vida que se me desgajó un poquito cuando te fuiste.
Estuve recordando algunas frases de tu último mail y en esta época que estoy más vulnerable de lo que había estado en años, lamentablemente las tengo más presente y no precisamente para bien o al menos no siempre.
«Simplemente no me vi viviendo dentro de dos años y si me veía, me veía así y ya me cansé», ¿te referías a esto de estar dentro de un bucle cayéndote y levantándote? Porque aunque mi intuición me dice que sí, otra muy catastrófica me dice que es un modus operandi muy aburrido pero sobre todo cansado. Lo peor es que lo veo, siento y comprendo con los que me rodean y no puedo no sentir un poquito de más. Lo peor llega cuando alguien se va por su propia mano, porque te pienso y siento que una pequeña fracción de mí se rompe un poquito (más)
Matt, no debiste haberte aburrido tan rápido. Matt, teníamos un montón de cosas que vivir. Matt, sigues en mi cabeza ahora más que nunca. Matt, no estabas hecho para estar solo, no tenías por qué estarlo y no debiste alejarnos por estar casado con una idea a la fuerza. Matt, te extraño. Matt, no debiste lastimarnos así. Pero te entiendo y ahora comprendo.
No me malentiendas, no soy una suicida porque entendí que después de tener varios acercamientos con la muerte, sencillamente no es mi momento. Además, me da más pavor no lograrlo, sino lo contrario y además, quedar tullida.
Gali falleció el 22 de febrero del 2023 y con su muerte, lloré todas las muertes que no pude llorar en su momento.
La alcancía del dolor se decantó en cristales finitos de melancolía. Aún me duele el corazón. Me duele todo.
Intento terminar de escribir la historia de Diana… y de nosotros, mencionando a todos los que fueron importantes (incluyendo a tu hermana). Me ha costado ya un rato, pero llevo más de 50 páginas. Esta vez no quiero hacer de esto, mi asíntota vitalicia y creo que me lo debo.
He llorado montones. A veces tengo la mirada de las mil yardas en recordar a tanto muerto o tanto dolor, pero aun así, quiero terminar esta historia no por obsesión, sino porque es mi única manera de darnos un final más digno y bonito que el real que está sobre tierra muerta y agrietada en recuerdos ahora mal recordados, (la edad está haciendo lo suyo, no creas).
También y sobre todo, quiero saber si una vez cerrando este ciclo, habrá algo diferente y si no, al menos quiero saber si todo lo que siento, puede sentirse con un poquito de menos dolor.
Me lo debo. Nos lo debo.
Por otro lado, también quiero pensar y me aferro a creer que una vez terminando de escribir todo esto vale la pena continuar existiendo, aunque siempre sea el mismo modus operandi. No me importa. Sólo quiero saber que vale la pena seguir haciendo lo mismo una y otra vez; por los buenos momentos, por los idiomas que nacen de la complicidad, protección y cuidado hacia el otro. El amor y sus crías.
Quiero pensar que en la intimidad de la rutina hay cosas que vale la pena sentir.
Pero de mientras, sigo batallando, muchas veces encostrada en los recuerdos; otras, más sumida en la melancolía y hasta hace poco, me di cuenta de que también lo hacía desde el enojo. Güey, te me fuiste y no pensaste en los que te queríamos. Ya estoy grande como para seguir ocultándolo. Quiero hacer una reconciliación desde esta parte que te lo reprocha porque también creo que nos lo debemos y además, me lo pediste en tu último mail: «…no te lamentes si me pasa algo peor de lo que estoy pasando ahora. Estaré bien y te voy a cuidar si te quedas sola o acompañada o como sea. Yo ahí estaré».
Pero sí me lamento, porque al principio pensé que no me dolía tanto, y cuando se fue Gali, me sentí y me vi sola; y me doliste y me dolió todo.
Sé que si estuvieras vivo me preguntarías por qué le doy tantas vueltas si sólo es escribir, la verdad es que hay cosas que mantienen el pudor en carne viva. Me avergüenzan porque sé que en muchas cosas la cagué, muchas veces por hacerlas con malicia. Insisto, me da vergüenza y me distraigo porque cualquiera lo haría, porque nadie quiere enterrarse en la propia mierda que ha creado para sí. Pero sé que es necesario. Sé que a veces soy medio ruda conmigo misma en esto, pero te juro que trato de no serlo. Muchas veces lo logro.
No todo ha sido crisis, también conocí a Adrián y sé que te caería muy bien.
Es todo lo que pensé que no encontraría en una sola persona y conocerlo ha sido lo más contundentemente feliz que ha refutado mi racionalidad de la manera más bonita y amorosa posible. Gracias a esto puedo decir que no siempre las lecciones de la vida llegan a través de las tragedias. Me enamoré y hoy estoy agradecida de poder decirlo segura, pero sobre todo, sintiendo más que pensando.
Si todo sale bien, nos casamos en julio y no voy a negarlo, te extrañaré de testigo (te prometo que esta vez sí me fijaré en los apellidos).
Toma de promesa que si llegamos a tener un niño, se llamará como tú.
Mis papás y mi hermano están bien y como lo dijiste en algún momento, Emi tiene mucho potencial. Te caería bien ahora que está en sus 24 años.
Ha sido creo que todo o al menos lo más relevante. Si te lo digo de esta manera es porque creo que de repente no todo lo que enlisto debe carecer de alegría y aunque no estoy pasando uno de mis mejores momentos (en otros aspectos, quizá menos importantes), hoy puedo decirte que estoy feli’ y que si no me ves, de menos quiero hacerme a la idea de que esto puede llegar a tus ojitos de pichoncito, aunque se encuentren en otro plano.
Mmm, no sé exactamente si pedirte algo dé resultado, pero ahora que estoy mudando de creencias y que no soy adepta a dioses populares, pero sí de tu presencia acompañándome (más, las de otros seres), me gustaría que me ayudes a tener más templanza en las situaciones donde mi soberbia se vuelve protagonista; intento que no me domine, pero no siempre puedo estar en todo. Tú lo sabes, entre más control, más error.
Ayúdame a no cegarme tan rápido. Estoy cansada de repetir los mismos errores por no darme cuenta.
Este año prometí que haría las cosas diferentes. Quiero cumplirlo.
Te quiero, Matt.
Siempre.
Hasta donde estés.
