martes, 4 de octubre de 2022

Y el sinsentido y la tristeza de las colinas que se extienden allá, como elefantes blancos (Parte II)

Hoy sí me puse a escribir con el único objetivo de publicar esto, ¿por qué? Porque tengo muchos borradores en este y en todos los blogs que he creado con el fin de escribir cada sentimiento que a veces tenía (o tengo), sobre todo lo que pasó.
Me quedé con ganas de contarte muchas cosas. Cosas que no sé por qué me pasaron, pero sucedieron. 

Obviamente, decir que son borradores es porque no me atreví a publicar nada. Todo me lo guardé. 
Bien raro de mí. 
Lo intenté, te juro que sí, pero no sé, una parte de mí estaba segura de que no estaba mal y la otra, sólo se quedaba sentada, observando… viendo qué iba a terminar por hacer.
Naturalmente, no necesitaba hablar porque ya sabía lo que ocurriría: no iba a publicar nada. 

Me volví muy pudorosa con todas las cosas que siento y, si bien el hoy es muy… no extraño, quizá sí está muy al margen de lo que fui. 

Me dedico a aconsejar gente (además de publicidad y teatro) y, siempre tengo que procurar estar bien no para los demás ni por mí, sino para no lastimar cuando puedo entrar a aquellas grietas que las personas me permiten ver.
Hace años entendí el poder que tenía con las palabras y tuve que hacerme de un tiempo para poder meter a mi curiosidad en un botecito. A ella y a mi capacidad para a veces provocar dolor por el mero gusto de hacerlo o ver qué pasaba. 
Comencé a elegir, comencé a elegir cuidar (o al menos no lastimar) y perdí mi capacidad para escribir de ti. 

Pero, desde hace un par de semanas, vienes levantando tu manita desde las tierras de mis recuerdos. Vienes presentándote en situaciones muy puntuales. Como por ejemplo, hace un fin de semana cuando vi a Dave (quien me ayudó cuando me fui a San Luis).
Hablamos, hablamos, hablamos y por más que lo escuchaba, veía tu manita. Llevas así ya varios días. 
Hablé también con Fernando porque estamos viendo qué sucederá con el pequeño negocio que sacamos hace años y me preguntó por ti, cómo me sentía y bueno, aquí estamos. 

Después de casi nueve años de tu muerte, he vuelto a soñar caballos corriendo, con el mar profundo, con horizontes y con una casa de la cual quiero salir, pero por más que lo intento, vuelvo a entrar como en un bucle. Siempre hay un fantasma que me detiene y me dice que porfa, no me vaya. Todavía no. 

No creo que seas tú porque siempre me empujaste a avanzar, pero sí creo ser yo, (o al menos una parte de mí), así que… voy a intentar entender desde lo que debí aceptar desde hace mucho:

No, Matt, ni en pedo te olvidé. 
No, Matt, tampoco hui de tu recuerdo por más que lo intenté en un inicio. Al contrario, me he puesto a leer tu mail más veces en esta semana de las que recuerdo haber hecho desde hace más de cuatro años.
De hecho, me estoy enfermando de la garganta por intentar entender a altas horas de la madrugada qué es lo que me quieres decir, porque leo y leo tus letras y sé, que algo se me esconde.
No me has terminado de hablar y, de alguna manera, me gusta porque siempre se cree que cuando alguien muere se termina una etapa y no, no te has ido. Me queda claro que no. 

¿Vendrán más escritos como este? Puede que sí. Si es la única manera en la que me puedes empujar a terminar las cosas que debí terminar desde hace mucho, claro que lo haré y gracias.
Después de todo, como me mencionas en tu mail, me estás cuidando como lo habías prometido.

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