—Hola ¿cómo andás?
—Cómo perro con dos colas…
—Mmmm ya…
—Ya… ¿qué?
—No nada, es que, me venía acordando de Aldo y bueno. Vos sabés esa cosa de compartir y eso…
—Más o menos me la sé…
—¿Te acordás que te mandó un mail antes de morir y que me lo mandaste para ver qué pensaba?
—Grave error, supongo.
—Lo venía pensando desde hace semanas. Nunca más hablamos de eso, ¿por qué nunca hablamos de eso?
—¿Por qué es un muerto?
—Ok, ya vi que hoy traes el humorcito de hincha pelotas pero yo siempre te escucho y hoy, te toca escucharme a mí. El punto es, que me acordé de ese mail y lo vi; hablaba sobre los cometas y las estrellas jugando fútbol ¿te acordás?
—Más o menos.
—¿No querés hablar?
—No.
—Ok, ¿sabés que lo hago para animarte? Te gustaba ese mail y quiero que te sientas bien así como también siempre quiero lo mejor para vos.
—Yo no.
—Lo sé, pero aún así quiero lo mejor y entonces vení la cosa esa de: "¿y si voy para México?" y, entonces comienzo a pensar, a recordar todas esas cosas que me decías desde un: "nunca te dejaré" hasta un: "hasta aquí, hasta mis tuits son una broma". No lo tomes a mal. He aprendido de vos hasta cuando andás muy mal.
—Mal hecho.
—Me imaginé. A vos nunca te importa si estoy aquí o allá si te llamo o no. Si me atrevo a levantarte o cualquier cosa pero también descubrí hace poquito que no te importa de quién venga y eso duele. Eso duele considerando lo que vivimos, ¿hasta cuándo te vas a doblar?
—A lo mejor nunca. No sé querer más allá de lo que me han querido.
—Es que, te lo digo porque te extraño.
—Yo no.
—¿Ah, no?
—No, entre tanta pinche muerte no sé ni a dónde ir y ni sé qué pensar. No tengo tiempo para ti. Lo siento pero así es. Eso sí, siempre eres la persona más oportuna para hablar. De cualquier cosa. No importa. Siempre eres oportuno y eso no cualquiera. Siempre estás y ni siquiera cuando yo lo pido, eso es raro.
—Eras mi esposa, bueno, olvidá el título. El caso es, que eres importante y a alguien importante no se le deja solo ni aunque quiera. Eres importante por eso no me rindo.
—¿Por qué?
—Porque sé que no me hacés falta pero también sé que a vos no te hago falta. Es algo sin compromiso pero que ahí está y se siente. Sé que me odiaste o a veces me odias por haberte dejado en un principio pero tampoco me hiciste a un lado y yo tampoco pude hacerlo. Simplemente, se convirtió en un valor, no es un compromiso, sino en un valor que pocos encuentran. Da igual. A vos no te importa.
—F. Milton Lancelot, alias "El correcto".
—¿Qué?
—Es que así te decíamos M. y yo. Jugábamos con eso. Luego, el juego se volvió aburrido.
—Se han de haber divertido a lo grande.
—Al principio pero acá entre nos, brillaste más que cualquiera de las bromas que hacíamos. Hasta el punto en el que el respeto que te teníamos, de cierta manera, se convirtió en inspiración. Eso ya no volvió a pasar con nadie más. Pensé que podría pasar pero tú eres más noble. A lo mejor por eso juego, porque sabes que es un juego inocente y estúpido. En fin, no pasa con cualquiera pero tampoco te crezcas tanto.
—… lo peor es que ni me siento ofendido. Supongo que es algo ganado.
—Pueque…
—Oye…
—¿qué?
—Regresa a Argentina
—No.
—¿Por qué?
—Porque acá todavía no acabo. Tengo que hacer trámites ¿sabes que vi hoy a tu tía?
—¿Y qué tal?
—Del horror pero bueno, siempre se le agradece su compañía. A lo mejor y termino como ella
—No digas.
—No está tan mal. Me da envidia, la verdad.
—Hacés mal. En serio.
—La ventaja de ello es que no es tu problema.
—Seguís siendo tan difícil. De menos eso no lo has perdido.
—Obvii no, man. Ni con el terapeuta.
—Bueno, no ha de estar tan mal.
—Tengo mis mecanismos.
—Ya vi. Oye, te quiero.
—Yo ya no.
—Está bien, acepto. Pero no te voy a dejar porque quiero que vos estés bien y para eso tengo que estar al pendiente. Otros pelotudos a lo mejor no les importas pero a mí sí.
—Cómo gustes, es tu vida.
—También te extraño.
—Yo no.
—Lo sabía pero al menos quiero cuidarte, ¿me dejás?
—Es tu tiempo, no el mío.
—Sólo quiero que andés bien, M, prométemelo.
—A mí sólo me dan ganas de llorar por todo y por nada. Más por nada que por todo. No extraño o sí pero no es nada que no pueda opacar. Tú estás en esa lista.
—Yo no quería…
—Me da igual. No me queda nada de qué hablar contigo. Que tú no te rindas, ya no es mi problema.
— Entiendo. Intento. Escribe, sólo te pido eso, escribe. Te quiero siempre, nubecita.
—Yo no. No me digas "nubecita" porque sabes que me da pena.
—Entiendo.
—No, sigues sin entender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario