Ando en tierras xalapeñosas desde hace algún tiempo (no voy a exagerar, en realidad llevo cerca de semana y media), y, me ha sentado bien.
Tuve que hablar con mis papás sobre todas las cosas por las cuales me cierro.
Lo entendieron, pero no lo comprendieron.
Para ellos —según uno de ellos, valga la redundancia—, yo, soy como una cosa que tiene su mundo, te deja entrar, pero no te deja involucrarte.
Estoy en una esfera donde, rara vez, entra alguien y puede interferir.
Y pues bueno, es en esta parte donde entras en escena…
—¿Por qué Matteo… anduvieron?
—No, siempre fuimos amigos. Todo mundo lo pregunta y todo mundo tiene la misma respuesta:
Fuimos amigos. Probablemente y de manera estrictamente racional, su muerte me pega porque, siendo amigos de toda la vida, no nos pudimos «despedir bien».
Yo no quise, era joven. Cuando se fue yo me sentí porque habíamos trabajado juntos varios años y, me dolió que se fuera sin mí.
(…)
No, perdón… Me dolió que se fuera sabiendo que yo quería que se quedara, pero como no tuve ni el coraje ni la indiferencia para dejarlo ir, se me hizo fácil enojarme.
Las cosas como son y… Todos los días lo lamento.
Nunca advertí lo que iba a pasar. Por eso no tengo fotos de él. Era mi protesta. Cuando se fue quemé todo. Por eso no pongo altares en estas fechas. Cuando se murió lloré por no tener siquiera un recuerdo de nosotros.
No tengo fotos de la única persona que me ha dolido en la vida y pues, hay que amachinar.
Mejor escribir para drenar todo.
—Te casaste… TE- CA-SAS-TE.
A estas alturas, no me duele que lo hayas hecho. Tampoco me duele que hayas falsificado nuestras firmas. Aunque podría enojarme, (o, ¿pensaste que no me iba a acordar de las veces que hacías nuestras firmas en tus reportes y citatorios de la secundaria?). No. A mí me dolió que mi única hija no me invitara a un evento que probablemente no se va a repetir en su vida porque, ya te vi. Te quieres sola. Y, te conozco, sé que lo estás logrando.
—Él (Fernando), es una gran persona. En su momento —nuestro tiempo—, él sabía lo que quería y yo no, ¿qué se supone que iba a hacer a los 18 años?, ¿amarrarlo? Lo tengo amarrado a un negocio que tenemos ambos y a mis recuerdos, pero no a mis expectativas.
Es un amor, sin duda, pero que estuviera con alguien que no iba a trascender como él lo requería en nuestro tiempo, es igual a haberles presentado a esos ex's, que, seamos honestos, no iban a ser importantes en mi vida.
Pero él es diferente, ahora nos llevamos bien. Y, seamos honestos, a ustedes jamás les hubiera caído bien un argentino.
—¿Por qué?, ¿por qué no nos has permitido entrar más que como… espectadores?
—No sé. Francamente, no lo sé del todo, pero estoy aquí sabiendo que me iban a hacer estas preguntas y, aunque sé que han pasado varios años, también sé que era necesario pulir esto.
Estoy cansada y aunque Matteo no les haya caído bien; aunque sé que piensan que es por él que me alejé, lo cierto es que nunca quise verme tan de cerca con ustedes. No lo siento y lo digo en el estricto sentido de la palabra.
Es una cosa que traía de niña. Sólo que alguien llegó a hacerme sentir cómoda con ello y no sentirme culpable o tan mierda con toda esta situación… Aunque reconozco que los necesité más de lo que hubiera pensado.
Ahora, no lo celebro, pero me hace sentir más cómoda con lo que soy (que tampoco, quiere decir que esté al cien por ciento bien, pero al menos me hace sentir más cómoda con lo que soy y hago).
—¿Qué va a pasar en estos días?
—Tampoco sé, pero espero que si no resolvemos nada, al menos podamos salir y procurar ser la familia que no nos permití ser.
Ha de sonar egoísta, pero quiero meter todo lo que soy en este lino tan sensible que puede ser la piel y meter la temperatura, el dolor, la esperanza y todo lo que antes no pude.
Me cerré a temprana edad y lo siento.