sábado, 15 de octubre de 2022

Xalapa

 Ando en tierras xalapeñosas desde hace algún tiempo (no voy a exagerar, en realidad llevo cerca de semana y media), y, me ha sentado bien.

Tuve que hablar con mis papás sobre todas las cosas por las cuales me cierro.
Lo entendieron, pero no lo comprendieron.
Para ellos —según uno de ellos, valga la redundancia—, yo, soy como una cosa que tiene su mundo, te deja entrar, pero no te deja involucrarte.
Estoy en una esfera donde, rara vez, entra alguien y puede interferir. 
Y pues bueno, es en esta parte donde entras en escena… 

—¿Por qué Matteo… anduvieron?

No, siempre fuimos amigos. Todo mundo lo pregunta y todo mundo tiene la misma respuesta:
Fuimos amigos. Probablemente y de manera estrictamente racional, su muerte me pega porque, siendo amigos de toda la vida, no nos pudimos «despedir bien».
Yo no quise, era joven. Cuando se fue yo me sentí porque habíamos trabajado juntos varios años y, me dolió que se fuera sin mí.

(…)

No, perdón…  Me dolió que se fuera sabiendo que yo quería que se quedara, pero como no tuve ni el coraje ni la indiferencia para dejarlo ir, se me hizo fácil enojarme.

Las cosas como son y… Todos los días lo lamento.

Nunca advertí lo que iba a pasar. Por eso no tengo fotos de él. Era mi protesta. Cuando se fue quemé todo. Por eso no pongo altares en estas fechas. Cuando se murió lloré por no tener siquiera un recuerdo de nosotros.
No tengo fotos de la única persona que me ha dolido en la vida y pues, hay que amachinar

Mejor escribir para drenar todo. 

—Te casaste… TE- CA-SAS-TE.
A estas alturas, no me duele que lo hayas hecho. Tampoco me duele que hayas falsificado nuestras firmas. Aunque podría enojarme, (o, ¿pensaste que no me iba a acordar de las veces que hacías nuestras firmas en tus reportes y citatorios de la secundaria?). No. A mí me dolió que mi única hija no me invitara a un evento que probablemente no se va a repetir en su vida porque, ya te vi. Te quieres sola. Y, te conozco, sé que lo estás logrando. 

—Él (Fernando), es una gran persona. En su momento —nuestro tiempo—, él sabía lo que quería y yo no, ¿qué se supone que iba a hacer a los 18 años?, ¿amarrarlo? Lo tengo amarrado a un negocio que tenemos ambos y a mis recuerdos, pero no a mis expectativas.
Es un amor, sin duda, pero que estuviera con alguien que no iba a trascender como él lo requería en nuestro tiempo, es igual a haberles presentado a esos ex's, que, seamos honestos, no iban a ser importantes en mi vida.

Pero él es diferente, ahora nos llevamos bien. Y, seamos honestos, a ustedes jamás les hubiera caído bien un argentino.

—¿Por qué?, ¿por qué no nos has permitido entrar más que como… espectadores

—No sé. Francamente, no lo sé del todo, pero estoy aquí sabiendo que me iban a hacer estas preguntas y, aunque sé que han pasado varios años, también sé que era necesario pulir esto.
Estoy cansada y aunque Matteo no les haya caído bien; aunque sé que piensan que es por él que me alejé, lo cierto es que nunca quise verme tan de cerca con ustedes. No lo siento y lo digo en el estricto sentido de la palabra.
Es una cosa que traía de niña. Sólo que alguien llegó a hacerme sentir cómoda con ello y no sentirme culpable o tan mierda con toda esta situación… Aunque reconozco que los necesité más de lo que hubiera pensado.
Ahora, no lo celebro, pero me hace sentir más cómoda con lo que soy (que tampoco, quiere decir que esté al cien por ciento bien, pero al menos me hace sentir más cómoda con lo que soy y hago). 

—¿Qué va a pasar en estos días?

—Tampoco sé, pero espero que si no resolvemos nada, al menos podamos salir y procurar ser la familia que no nos permití ser.
Ha de sonar egoísta, pero quiero meter todo lo que soy en este lino tan sensible que puede ser la piel y meter la temperatura, el dolor, la esperanza y todo lo que antes no pude.

Me cerré a temprana edad y lo siento.

miércoles, 5 de octubre de 2022

Costras

"Tienes una forma muy finita de herir porque te fijas en la gente, encuentras lo que la hace vulnerable y poco a poco les vas metiendo ideas, pero así, anclándote de lo que son. Y, sin embargo, también sabes sanar igual".
Así actúas, así eres, eres un modus operandi. 

Me lo dijeron hace años y hoy que me dedico a escuchar, retumba más en mi cabeza de lo que quisiera. 

Empezó cuando era niña y me rascaba las costras. A veces, tomaba una aguja y poco a poco las abría más; en unas ocasiones, intentaba que sólo saliera un poco de sangre porque me gustaba ver los vasitos blancos y desahuciados. Salía sangre blanca como en ese tiempo le decía al plasma. Cicatriz transparente. 
Otras ocasiones era más tosca porque tocaba con la misma aguja varios puntos de manera muy delicada y puntual, pero a veces me equivocaba, tocaba mal y me volvía a rascar, pero era más porque había tocado un pequeño nervio que me hacía actuar por reflejo. Comezón al nervio.

Era una niña, pero de alguna manera sentía un morbo por el dolor. En mi lógica de ese entonces, si yo conocía a fondo el dolor que me ocasionaba rascarme, podría superar el siguiente porque me sería familiar.

Todo mal, naturalmente. Aunque le atribuyo a esos momentos tener un umbral de dolor bastante amplio. 

Con los años dejé de rascarme las costras y empecé a cuidar de mi piel, pero el sistema, esa lógica, trascendió.
Empecé a rascar otro tipo de costras. Costras ajenas. Para la gente que me rodeaba en ese entonces, yo era la niña que llegaba con su aguja y abría las heridas que ellos me compartían para diseccionarlas a detalle. Provocaba esa comezón al nervio que no hacía que te rascaras, pero que incomodaba porque era a partir de las heridas personales. Todo tenía una lógica y nada salía fuera de lo que hubiera planeado. 

Y yo también tenía costras que hacían que me rascara el alma por reflejo, porque me hacían entrar a lugares incómodos en primera estancia.
Siempre morboseando el dolor personal. As usual. 
Con el tiempo, aprendí a dominar estos sitios al punto de quererlos por tan incómodos que estos fueran y me di cuenta de lo mucho que me gusta la incomodidad y la democracia que esta conlleva.
Pero esa parte no la entenderías ni explicándotelo con el ábaco. 

Hoy, no estoy muy segura quién soy porque siempre pensé que era la niña que llegaba con su aguja y ahondaba en esas costras (aunque en el presente esas habilidades me sirvan). Pero no. 
Hoy creo que más bien soy la costra. Lo sé porque hay recuerdos, cosas, palabras o puntos que me pican, como la aguja que utilizaba. Solo que no sé qué parte me da comezón y sé que brota algo, pero no estoy segura de que sea sangre, ni plasma, ni algo tangible, pero sé, que brota algo. Y sé también que debe haber un niñito igual de curioso que yo, al que le gusta picarme con su aguja, pero aún no sé quién o qué es. 

Y así he estado durante semanas. Me gustaría platicártelo a detalle. Sé que lo entenderías, pero no estás, entonces me veo en la necesidad de escribirlo. 
También lo voy a publicar porque creo que entre más lo compartes algo se va con ello y duele menos o es menos incómodo o simplemente pasa algo. 

Solo no me presiones, apenas ando delineando qué tipo de comezón tengo.

martes, 4 de octubre de 2022

Y el sinsentido y la tristeza de las colinas que se extienden allá, como elefantes blancos (Parte II)

Hoy sí me puse a escribir con el único objetivo de publicar esto, ¿por qué? Porque tengo muchos borradores en este y en todos los blogs que he creado con el fin de escribir cada sentimiento que a veces tenía (o tengo), sobre todo lo que pasó.
Me quedé con ganas de contarte muchas cosas. Cosas que no sé por qué me pasaron, pero sucedieron. 

Obviamente, decir que son borradores es porque no me atreví a publicar nada. Todo me lo guardé. 
Bien raro de mí. 
Lo intenté, te juro que sí, pero no sé, una parte de mí estaba segura de que no estaba mal y la otra, sólo se quedaba sentada, observando… viendo qué iba a terminar por hacer.
Naturalmente, no necesitaba hablar porque ya sabía lo que ocurriría: no iba a publicar nada. 

Me volví muy pudorosa con todas las cosas que siento y, si bien el hoy es muy… no extraño, quizá sí está muy al margen de lo que fui. 

Me dedico a aconsejar gente (además de publicidad y teatro) y, siempre tengo que procurar estar bien no para los demás ni por mí, sino para no lastimar cuando puedo entrar a aquellas grietas que las personas me permiten ver.
Hace años entendí el poder que tenía con las palabras y tuve que hacerme de un tiempo para poder meter a mi curiosidad en un botecito. A ella y a mi capacidad para a veces provocar dolor por el mero gusto de hacerlo o ver qué pasaba. 
Comencé a elegir, comencé a elegir cuidar (o al menos no lastimar) y perdí mi capacidad para escribir de ti. 

Pero, desde hace un par de semanas, vienes levantando tu manita desde las tierras de mis recuerdos. Vienes presentándote en situaciones muy puntuales. Como por ejemplo, hace un fin de semana cuando vi a Dave (quien me ayudó cuando me fui a San Luis).
Hablamos, hablamos, hablamos y por más que lo escuchaba, veía tu manita. Llevas así ya varios días. 
Hablé también con Fernando porque estamos viendo qué sucederá con el pequeño negocio que sacamos hace años y me preguntó por ti, cómo me sentía y bueno, aquí estamos. 

Después de casi nueve años de tu muerte, he vuelto a soñar caballos corriendo, con el mar profundo, con horizontes y con una casa de la cual quiero salir, pero por más que lo intento, vuelvo a entrar como en un bucle. Siempre hay un fantasma que me detiene y me dice que porfa, no me vaya. Todavía no. 

No creo que seas tú porque siempre me empujaste a avanzar, pero sí creo ser yo, (o al menos una parte de mí), así que… voy a intentar entender desde lo que debí aceptar desde hace mucho:

No, Matt, ni en pedo te olvidé. 
No, Matt, tampoco hui de tu recuerdo por más que lo intenté en un inicio. Al contrario, me he puesto a leer tu mail más veces en esta semana de las que recuerdo haber hecho desde hace más de cuatro años.
De hecho, me estoy enfermando de la garganta por intentar entender a altas horas de la madrugada qué es lo que me quieres decir, porque leo y leo tus letras y sé, que algo se me esconde.
No me has terminado de hablar y, de alguna manera, me gusta porque siempre se cree que cuando alguien muere se termina una etapa y no, no te has ido. Me queda claro que no. 

¿Vendrán más escritos como este? Puede que sí. Si es la única manera en la que me puedes empujar a terminar las cosas que debí terminar desde hace mucho, claro que lo haré y gracias.
Después de todo, como me mencionas en tu mail, me estás cuidando como lo habías prometido.