miércoles, 2 de julio de 2014

Emboles


—Ya vi que regresaste a facebook, ¿no te gustó tuiter? 
—Dale, sí me gustó pero eso de "postear en tiempo real" no me mola. No es cosa mía.
—Ya… oye, ya no me dijiste si te había gustado la entrada anterior de este blog. Sólo quiero saber por curiosidad.
—Sí me gustó, lo que no me gustó es que no me respetaras el acento.
—Uy, discúlpame si ya no puedo escribir en argentino.
—Dale, dale pero de seguro todavía te queda un poco de acento. Hablás más conmigo de lo que hablás con el pelotudo.
—No le digas así. Es posible que no sea muy brillante pero a mí me gusta así.
—¿Todo pelotudo? Mirá que linda que sos. 
—Bueno y, ¿cómo estás?
—Bien.
—¿Sólo… "bien"? Mejor ya dime, te tiraste a alguien, ¿verdad?
—¿Cómo sabes? No me la tiré pero estuve a punto.
—Supongo que te conozco. Cuando te portas así es porque crees que hiciste algo malo y casi siempre es porque te cogiste a alguien y no fue a mí. 
—Qué romántica. 
—Siempre, ¿quién fue?
— R. 
—Uffff! No aprendes. Qué pelotudo.
—¿Ya ves que todavía conservás un poco del acento?
—Sólo lo suficiente para hablar contigo. Eso no te quita lo pelotudo pero bueno, no aprendes. Nunca aprendes. 
—Mirá quien lo dice, la abnegada romántica.
—Bueno, bueno y, ¿cómo te fue? 
—¿Te digo? 
—Ya andamos en eso, ¿qué no? 
—Me fue como el culo, te lo juro. La mina es totalmente diferente. No sé, súper rara.
—Dale, pues, ¿qué pasó? Espera, tengo que decirlo: Te-lo-di-je. 
—¿Querés que te cuente o no? 
—Cámara, "amiga", cuéntame. 
—Pues la mina estaba re linda y con lo mucho que me gustan sus piernas. No es por comparar.
—Siempre terminas comparando. No creas, yo también. Como que es algo que simplemente se da.
—Pausa: ¿Me has comparado? 
—Y no nada más a ti. Da igual.
—¿Te han comparado?
—Seguro que sí.
—Después hablamos de eso.
—Ok. 
—Pues que la mina llegó luego de haberse tomado vacaciones, ¿te conté que se fue a ver a la familia? 
—No, o sea que, ¿sí se quiere quedar en la Argentina?
—A mí me sorprendió casi como a vos pero parece que sí. Pero bueno, el caso es que salimos, en plan de amigos y como que me volvió a gustar.
—Doble pelotudo. 
—¿Me vas a dejar continuar? 
—Perdón, no vuelvo a interrumpir, (pelotudo). 
—El caso es que íbamos a la boda de un amigo y como no andaba en La Plata pues me acordé que alguien me había sugerido que fuera por la parte de abajo de la autopista La Plata-BA y ya cuando andaba en camino, recordé que mi viejo me decía que no fuera por aquellos caminitos por aquello de que existen ratas gigantes como perros.
—¿Y si? 
—Pues no sé pero de entrada cuando íbamos en camino no dejé de pensar en eso, sin contar que en algunos parajes te pueden asaltar. 
—Eres brillante. Admirable. 
—Íbamos entre lento y nerviosos y de pronto, casi me cago del susto cuando en una de esas, sale un gato corriendo a todo lo que da. Imagínate: dos de la mañana, ratas gigantes y posibles asaltos. Toda una aventura. 
—Eres todo un Indiana Jones, ¿y ella cómo estaba?
—Quejándose de todo. En una de esas me daban ganas de bajarla y darla como moneda de cambio a las ratas o a los asaltantes. 
—Y yo soy la romántica.
—Después de pasar la parte fea, me estacioné a un ladito de la  autopista y, como nadie pasaba pues se me hizo fácil y, ¿sabés qué hizo la mina?
—Me rompieron la bola de cristal.
—Quería regresarse a su casa… ¡A pie! 
—Lo bueno es que yo soy la loca, ¿y luego?
—Pues que la agarré del brazo y le pedí que se quedara porque no había nadie más importante que ella para mí. 
—¿Y sí?
—Claro que no pero no hubiera sido muy inteligente dejarla a su suerte y mirá que ganas tenía de sobra. Le hablé bonito para que cediera rápido y funcionó además, si no lo hacía así me iba a ir peor después. Ya sé cómo se pone. 
—Yo quiero volver a tener a un hombre como tú: pelotudo pero buen negociador. No es cierto, era sarcasmo, ¿y luego?
—La llevé a su casa. Yo estaba muerto. Quería deshacerme de ella y sus quejas.
—Y te quejabas de mí.
—Tus quejas eran diferentes. A veces eran hasta divertidas porque nunca las decías en serio. 
—Tardaste en comprender pero sí, eso es cierto, ¿y la has vuelto a ver?
—No, ni quiero verla. Sus quejas me sacaron de quicio. Por cierto y aunque no seas supermodelo, encontré unas fotos que…
—Basta. Ya entendí. 
—¿Te he contado que esas fotos me han echado una manita cuando ando bien ganoso?
—¿Era necesario saber eso? Señor Romántico. 
—Medio metro o quizá más en tu honor. 
—Ay, chale. 
—Bueno y ¿cómo has estado? 
—Ne, bien, supongo. 
—¿Andás saliendo con alguien?
—Amigos solamente.
—¿Algún amiguito en particular?
—Creo que no. Alguien me está tirando el perro pero no es mi tipo o bueno, a lo mejor sí pero no el tipo con el que andaría ahora.
—Ya… ¿y qué es o qué?
—Poeta.
—Las puras joyas. 
—Ya sé, sigue en la batalla pero siempre sale perdiendo el pobre.  Lo ignoro cada que puedo. Es un caso totalmente cerrado. Además le ando echando ganas a lo que tengo en casa. Ya sabes, para que si se echa a perder que no vaya a ser porque no di todo en la batalla. 
—Yo creo que te seguís aferrando. Allá vos. 
—¿Y el poeta de plano no te mola?
—Pues no está mal, vive hasta cerca de la casa, es bueno en lo que escribe. A lo mejor y hasta lo conoces porque es medio famocillo.
—¿cómo se llama?
—googlea: D.P.S
—Noooo, ¿ese?
—Sí, ¡"amiga!"
—Sí lo he leído, ¿qué tendrá, 32? 
—Es del 84, haz cuentas. 
—De Madrid. Siempre te gustó la carne internacional y dejá de decirme "amiga".
—¿Te das cuenta de que ya cruzamos el límite exesposo-exesposa y nos convertimos en amigas? 
—Eso no es cierto.
—¿A poco me sigues queriendo? 
—Siempre.
—Yo también "amiga!" 
—…


No hay comentarios:

Publicar un comentario